viernes, 2 de octubre de 2015

Curso bíblico: Domingo 04.10.2015



El amor, la unión, las relaciones, la amistad… es lo que nos hace felices, lo que nos da fuerza y solidez para
crecer, para sacar de nosotros lo mejor.
Pero no toda relación es amor. Solo sobre el respeto a cada persona, en plano de autentica igualdad y libertad se puede dar el amor al que Jesús nos invita.

El evangelio de este domingo, más allá de las “normas” con un lenguaje que puede resultarnos caduco y no acorde con nuestra sensibilidad, nos trae el mensaje liberador de Jesús, dispongámonos a descubrirlo y acogerlo.


Marcos 10, 2-16

En aquel tiempo, se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús, para ponerlo a prueba: « ¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?»
Él les replicó: « ¿Qué os ha mandado Moisés?»
Contestaron: «Moisés Permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio.»
Jesús les dijo: «Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios "los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne." De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.»

En el judaísmo se concertaban las bodas en la familia; se tasaba el valor del hombre y de la mujer por separado y había negociaciones entre los parientes del novio y de la novia. Eran habituales los matrimonios por conveniencia, para que no se perdieran las herencias o se incrementaran, por ejemplo, uniendo tierras de unas familias y otras. En ese contexto era fácil perder la dimensión del amor, de la unidad profunda que nace de la entrega mutua.

El matrimonio llegó a convertirse en un ejemplo claro de la opresión del hombre sobre la mujer. Jesús da una nueva perspectiva al matrimonio poniendo a Dios como vínculo, que está por encima de los acuerdos y tasaciones de su época.

Pero Jesús pasó sanando, no fue enfermando a la gente. Liberó de cargas pesadas en su tiempo, no las impuso. Con el paso del tiempo la frase “Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre” ha pasado a ser como una cadena insoportable para parejas en las que es imposible la convivencia y aguantan hasta que sea la muerte la que los separe. Aunque esa falsa unión conlleve malos tratos, humillaciones, traiciones y toda forma de violencia, incluida la muerte.

A través de las homilías y de la pastoral de la Iglesia se podían haber enfocado de otra manera las dificultades insalvables de las parejas, sin “bendecir” el sufrimiento de uno de los cónyuges (casi siempre las mujeres), como algo agradable a Dios.

La clase de religión y la catequesis son ámbitos estupendos para que niños y niñas puedan expresar con toda libertad lo que sienten ante la separación o divorcio de sus padres. Muchas veces denominan “problema” a lo que es el comienzo de la “solución”: reconocer que se ha llegado a un callejón sin salida y poder empezar de nuevo.

En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: «Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.»

¿Tenemos el mismo tipo de viviendas que hace 2.000 años? Evidentemente no. ¿Usamos los mismos medios de comunicación? ¿Han evolucionado la medicina o los medios de transporte? Estas preguntas pueden parecer absurdas, pero nos llevan directamente al evangelio de hoy.

Si reconocemos los cambios profundos que ha habido en el ser humano y en la sociedad en estos veinte siglos tenemos que preguntarnos: ¿podemos tener las mismas leyes sobre el matrimonio que hace dos mil años?

Quienes pretenden aplicar este texto al pie de la letra a las parejas de hoy podían pensar un poco en qué siglo viven.

Sabemos que en tiempos de Jesús se permitía el divorcio a los varones por motivos tan ridículos como que se le quemara la comida a su mujer o que ellos encontraran una mujer más guapa que su esposa. Las mujeres no podían pedir el divorcio ni siquiera por malos tratos. La segunda parte de la frase del evangelio no responde a una situación real de la época en que se escribió, ellas no se podían divorciar.

Jesús les dice que si uno se divorcia (y podríamos añadir: por cualquier motivo estúpido de los muchos que contemplaban la ley y las costumbres de la época) y se casa con otra mujer, comete adulterio. ¿Por qué? Porque no ha valorado toda la dimensión sagrada del amor. No se ha dado cuenta de que una mujer no es un ser “para usar y tirar”.

Una mujer repudiaba no se podía casar de nuevo porque en el judaísmo estaba mal visto. O se casaba con un extranjero o fácilmente tenía que recurrir a la prostitución para sobrevivir. Ni siquiera las familias solían acoger a la mujer repudiada que quería volver al hogar familiar. Planeaba la sospecha sobre los motivos por los que había sido repudiada, en una sociedad absolutamente permisiva con la doble moral de los hombres.
Así que Jesús descubre este juego de los varones. Les enfrenta con la verdad. Es como si les dijera: podéis alegar los motivos que os permite la ley, pero en el fondo sabéis que eso es adulterio. Y esa práctica había que erradicarla de la comunidad cristiana. Tenía que quedar clara la diferencia entre ser judíos y ser cristianos.

Hoy cada comunidad cristiana podía plantearse: ¿qué preparación ofrece para ayudar a las parejas que se plantean casarse? ¿Qué cauces de mediación tiene la comunidad para ayudar a las parejas en crisis? ¿Qué diría Jesús sobre el trato a los divorciados? ¿Encontrar de nuevo el amor y rehacer el proyecto de vida en pareja se merece el trato denigrante que se da muchas veces a las parejas vueltas a casar? ¿En qué hemos convertido el mensaje liberador de Jesús?

Le acercaban niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él.»

Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.

Esta imagen de Jesús con los niños y su actuación, que hemos visto ya hace dos domingos, podemos acogerla hoy, con el espíritu de Francisco de Asís. Francisco ve en su entorno que los niños son los últimos, los menores, los más débiles e indefensos y, al mismo tiempo escucha la palabra de Jesús: «De los que son como ellos es el reino de Dios». Siente que ese es su camino: ser pobre, ser menor, ser el último y el servidor de todos.

Su familia será la de los “hermanos menores”. Irán por el mundo sencillamente, sin exigir ni reclamar, acogiendo a los pobres, a los leprosos, a los rechazados… Proclamando así a todos el amor gratuito y universal del único Abbá, el padre de todos.

¿Valoramos así nosotros a las personas? ¿Quiénes ocupan el centro de nuestras comunidades, de nuestras clases? ¿A quienes damos un trato preferente?

El evangelio en las TIC

https://youtu.be/uk4_iu9A-CI -Texto del evangelio algo adaptado, con imágenes, 2,6 minutos.
https://youtu.be/4wTHPAqx6IY “No me puedo imaginar mi vida sin ti” canción y video sobre matrimonio feliz. 4 minutos. Se puede hablar de lo que significa el amor, de cómo nos potencia y hace crecer, de la necesidad de cuidarlo…
https://youtu.be/kTzqmwFokls “Siempre así” de la misa de la alegría. Canción (“sevillanas”) con la letra de I Cor. 13, 1-10. Características del verdadero amor. 
https://www.youtube.com/watch?v=y2FLlPIBW94 “Te quiero aunque estés en la distancia” puede ser otra posibilidad con los mayores.
https://www.youtube.com/watch?v=WyOrQzdd1kg “Ocho consejos del papa francisco, para tener éxito en el matrimonio.

PARA REFLEXIONAR

1. Personalmente:
  • Al acoger en silencio esta Palabra de Dios podemos mirar nuestra vida en profundidad e ir contestando sinceramente a los interrogantes que os planteamos en los comentarios del texto.
  • En un segundo momento escuchar con atención los “consejos del Papa” válidos para el matrimonio, pero también, en gran medida, para toda relación de amor, de amistad, de fraternidad… ¿en qué apoyamos nuestro amor en las relaciones con los demás? ¿Cómo lo cuidamos?
  • Pensando en nuestro claustro y nuestros alumnos, ¿cómo podríamos hacer de nuestra escuela una comunidad que acoge a los más débiles, a los niños más necesitados, a los profesores o padres que lo están pasando mal? ¿Cómo les enseñamos a amar y relacionarse con los demás? ¿Cómo los vamos preparando para la vida de pareja, de matrimonio?

2. En la fraternidad, la familia...
  • Después de leer el texto y sus comentarios podemos dialogar sobre lo que más nos ha sorprendido, lo que no entendemos, lo que más nos ha gustado…
  • Podemos plantearnos algunas de las preguntas que os indicamos en el texto, para confrontar la Palabra de Dios con nuestra propia realidad de matrimonio. Ojalá cada persona lo pudiera hablar con su marido o mujer…
  • Podemos terminar escuchando atentamente las palabras del papa Francisco y analizando en cada uno de los consejos: ¿cómo vivo esto yo? ¿Qué podría hacer para vivirlo más plenamente? ¿Estoy enseñando a mis hijos esta forma de amar?
  • Ni el amor ni el matrimonio es un camino fácil. Pero en las dificultades no estamos solos. Sintamos como el Señor nos bendice y acompaña:


Bendición

Dios es la fuente y la fuerza de todo amor.
Que él bendiga nuestros matrimonios y familias con felicidad y fidelidad. 
R/ Amén.
Que él bendiga nuestras comunidades con unidad y paz, y nos ayude a ser una sola alma y un solo corazón. 
R/ Amén
Que él nos dé a todos un amor que haga brotar lo mejor en cada uno de nosotros para construir todos juntos una sola familia humana. 
R/ Amén.

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